Dios le prometió a Abraham que le daría un hijo y que sería padre de multitudes y que las naciones serían benditas en él. Dios fue fiel y cumplió su promesa: le dio el hijo que le había prometido. Sin embargo, antes de recibir su promesa transcurrió mucho tiempo, alrededor de unos 25 años. Tiempo en que él pudo desanimarse y no creerle a Dios. Veamos rápidamente la cronología del cumplimento de la promesa: A los 75 años Dios le dijo que haría de él una nación grande (Gn. 12:2-4). Pasó el tiempo y no tenían hijos. Sara al ver que transcurría el tiempo y seguían sin hijos, le ruega a Abraham que se tomara a su sierva Agar, para tener de ella un hijo. Así lo hizo Abraham y nació Ismael cuando él tenía 86 años (Gn. 16:16). Dios volvió a aparecérsele a Abraham y le reiteró su promesa de darle un hijo con Sara (Gn.17:16-18), el cual se llamaría Isaac (Gn. 17:19). Y Dios hasta les cambió los nombres, a Abram por Abraham y a Sarai por Sara (Gn 17:5,15). Al término de un año, nace el tan esperado hijo de la promesa. “Y era Abraham de cien años cuando nació Isaac, su hijo» (Gn. 21:5).
“Abraham creyó en esperanza contra esperanza, a fin de llegar a ser padre de muchas naciones, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y sin debilitarse en la fe contempló su propio cuerpo, que ya estaba como muerto puesto que tenía como cien años, y también la esterilidad de la matriz de Sara. Sin embargo, respecto a la promesa de Dios, Abraham no titubeó con incredulidad, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, estando plenamente convencido de que lo que Dios había prometido, poderoso era también para cumplirlo. Por lo cual también su fe le fue contada por justicia. Y no solo por él fue escrito que le fue contada, sino también por nosotros, a quienes será contada, como los que creen en Aquel que levantó de los muertos a Jesús nuestro Señor, que fue entregado por causa de nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justificación.” (Romanos 4:18-25 NBLA)
Abraham estaba seguro que recibiría su promesa, y a pesar que veía muchos obstáculos, su fe no se debilitó. Ambos eran ya muy ancianos para concebir; el tiempo natural para procrear había pasado. Y, añadido a eso, Sara era estéril. Sin embargo, él no titubeó en creerle a Dios (Gn. 15:4-5, 17:5). Estaba plenamente convencido que Dios era poderoso para cumplir todo lo que le había prometido.
Abraham creyó en esperanza contra esperanza, porque, aunque físicamente estaba lejos de toda esperanza de tener un hijo, él tenía esperanza en Dios y confiaba que sería fiel a su palabra; porque Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? (Núm. 23:19).
El no dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció dando gloria a Dios. La incredulidad limita recibir las bendiciones de Dios. El incrédulo todo lo cuestiona, se queja y se enoja porque ve las cosas difíciles y no ve respuesta o resultado. Simplemente no cree que sucederá. No le des lugar a la incredulidad. Jesús dijo: “bienaventurados los que no vieron, y creyeron (Juan 20:25-29 RVR 1960). El que cree en lo que Dios ha prometido, lo recibirá.
Su fe le fue contada por justicia (Rom.4:22). La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11:1) y Abraham tuvo la certeza y la convicción que tendría un hijo y que por él serían benditas las naciones de la tierra. El no hizo otra cosa, sino creer y confiar en Dios; por lo tanto, tener fe es creer y Abraham creyó todo lo que Dios le dijo (Gn. 15:6), y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios (Stg. 2:23 RVR 1960).
Cuando Dios ha decidido darte una bendición, Él lo hará, porque su poder está por encima de cualquier obstáculo o circunstancia humana que diga que no se puede. Para Él no hay nada imposible. No te impacientes si ves que pasa el tiempo y no recibes lo que Dios te ha prometido.
Sigue adelante, confiando en Él y creyendo con fe que pronto recibirás tu bendición y será grande tu regocijo.