Luego de la experiencia sobrenatural que vivieron los discípulos en la transfiguración de Jesús, se les presentó una situación muy difícil:  un hombre llevó a su hijo endemoniado para que ellos lo sanaran, pero no pudieron.  El padre, entonces, trajo el muchacho a Jesús, y le rogó que lo sanara.  Jesús reprendió al demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó libre y sano en aquella misma hora (Mateo 17:1-16 RVR 1960). 

Los discípulos preguntaron a Jesús por qué ellos no habían podido hacerlo.  Jesús les respondió: “por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que, si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte:  Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible.” (Mateo 17:20 RVR 1960).  Jesús no quiso avergonzar a sus discípulos, al decirles que por su poca fe no habían podido, por el contrario, quiso revelarles qué tipo de fe ellos debían tener, la cual comparó con la semilla de mostaza.  Esa es la fe que Jesús desea que todos tengamos, la fe que toca el corazón de Dios y que permite que lo que es imposible para nosotros sea posible con su ayuda.  Por el poder de Dios es que las situaciones difíciles se resuelven.

          Tener poca fe es dudar del poder de Dios, pero tener fe como un grano de mostaza es creer que el poder de Dios operará grandes cosas en nuestra vida.  La fe que es como un grano de mostaza expande nuestra visión de lo que Dios puede hacer.  La semilla de mostaza es muy pequeña, pero cuando germina y crece se convierte en un frondoso árbol.  Si reflexionamos en lo que es una semilla, ésta tiene potencial de vida, porque después de sembrarla, germinará en el tiempo requerido, crecerá y se convertirá en una bella planta.  En el caso del grano o semilla de mostaza, esta planta al crecer se convierte en un frondoso árbol.  Por esta razón, Jesús la utilizó como ilustración para referirse a la fe.  La fe que es como el grano de mostaza, es aquella que cree en el poder de Dios, que confía que Dios hará milagros y grandes cosas en nuestras vidas.  Es la fe que cuando tengamos que afrontar dificultades y retos, creerá firmemente que no hay imposibles para Dios; creerá que en Él haremos proezas.

Jesús deseaba enseñarles a sus discípulos, que ellos también eran capaces de ejecutar milagros, de sanar enfermos, de echar fuera demonios, solo con ejercer ese tipo de fe, que es como un grano de mostaza.  Esta enseñanza también es para nosotros, pues hemos sido llamados a sanar a los enfermos y a liberar a los endemoniados.  Jesús nos dio la clave para hacerlo.

Para lograr mantener una fe como un grano de mostaza, es necesario alimentarla diariamente, con la lectura de la palabra de Dios, la oración y el ayuno.  Estos tres elementos nos ayudarán a mantener una profunda fe, fundamentada en nuestra comunión con Dios, poniendo los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe (Hebreos 12:2).

¡Ánimos, Sólo necesitas tener fe como un grano de mostaza!