Números 23:19, dice: “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? (RVR 1960). Dios siempre cumple sus promesas porque Él no miente. Lo que Él promete, Él lo cumple.
Así como Dios cumplió sus promesas a los grandes hombres de la Biblia, así hará con cada uno de los que le aman, que creen y confían en lo que Él ha dicho. Al padre de la fe, Abraham, prometió hacer de él una gran nación, bendecirlo en gran manera y también ser de bendición al mundo entero, a través de Isaac, el hijo de la promesa (Gn. 12:2-3; 21:12). A Jacob prometió bendecirlo a él y a su descendencia, guardarlo dondequiera que fuera y no dejarlo hasta haber hecho todo lo que le había dicho (Gn. 28:1-15). A José le prometió en sueños que sería líder delante de su padre y hermanos (Gn. 37:6-9), para preservación de sus vidas (Gn. 45:5). A Josué prometió estar siempre con él, como estuvo con Moisés, y nunca dejarlo y darle toda la tierra que pisare la planta de sus pies (Jos.1:1-5). A David prometió que su reino sería afirmado para siempre, refiriéndose que de su linaje vendría Jesucristo, el Salvador del mundo (2 Sm. 7:16).
Dios ha dejado muchísimas promesas en su Palabra, muchos afirman que hay unas 3,573). Pero realmente, el número no es lo importante; lo importante es que Dios las dejó para ayudarnos en toda dificultad o necesidad que afrontemos en la vida. Si bien es cierto, que esas promesas están disponibles para todos los que confían y esperan en Él, hay que tener presente que Dios ha dejado condiciones que hay que cumplir para que esas promesas sean una realidad. 1. Amar a Dios y guardar sus mandamientos (Deut. 6:5). 2. Creer que para Dios todo es posible (Mr. 9:23). 3. Pedir con fe, no dudando nada (Santiago 1:6). 4. Servir a Dios (Éxodo 23:25). 5. Esforzarse y ser valiente para trabajar por la promesa que estamos esperando (Josué 1:9). 6. Desechar la ira y el enojo y el deseo de hacer mal (Salmo 37:8). 7. Ocupar la mente con pensamientos positivos, verdaderos, justos, y desechar los malos pensamientos que son enemigos del cumplimiento de nuestras promesas (Filipenses 4: 8). 8. Estar conscientes que las promesas no se cumplen de un día para otro. Que el proceso de cumplimiento, puede ser inmediato, a mediano o largo plazo. Dios lo hará en el tiempo perfecto. Ni antes, ni después; será en el momento preciso, de acuerdo a la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Ro. 12:2).
Si sientes que tu promesa tarda y que Dios guarda silencio y no responde, no te afanes, presenta todo en oración a Dios y da gracias por la respuesta y Dios te dará la paz que necesitas para esperar el cumplimento de tu promesa (Filipenses 4: 6-7). Mientras, Dios cumple sus promesas en nosotros, Él trabaja en nuestro carácter, en nuestro corazón, en nuestra personalidad, en nuestras actitudes, para ir perfeccionándonos para recibir lo que nos ha prometido.
Espera con paciencia, y con buen ánimo; sigue confiando en Dios, porque Él nunca miente ni se arrepiente de lo que ha dicho (Nm 23:19). Aférrate a Dios, permanece firme, creyendo con fe que Él cumplirá sus promesas en tu vida y en tu familia. El promete respaldar a todos aquellos que confían en Él, según dice el Salmo 34:5: “Los que miraron a El fueron alumbrados y sus rostros no fueron avergonzados.”
Todas las promesas de Dios son en El Sí, y en El Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios (2 Co. 1:20). Dios cumplirá todo lo que ha dicho, no faltará palabra de todas las promesas que te ha hecho (Josué 21:45).