Como creyentes nos enfocamos, la mayor parte del tiempo, en conocer y hacer propias las promesas de bendición que Dios ha hecho a los que creen y esperan en Él.  Buscamos las citas, las memorizamos y confiamos que Dios las cumplirá, y que hará el milagro que necesitamos, porque Él es fiel.   Pero… nos hemos preguntado ¿qué nos pide Dios que hagamos?  ¿Qué espera Él de nosotros como hijos suyos?  

En Deuteronomio 10:12-13, encontramos lo que Dios pide de nosotros:  «Ahora, pues, Israel, ¿Qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios , que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas  a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?» (RVR 1960).

Temer a Dios.  

Este temor no se refiere a tenerle miedo o terror a Dios, sino a tenerle reverencia y respeto.    Según el proverbista, el temor de Jehová es aborrecer el mal, la soberbia y la arrogancia, el mal camino y la boca perversa (Proverbios 8:13 RVR 1960)   Es vivir una vida de integridad delante de Dios, para agradarle en todo.   Dejando a un lado todo tipo de mal, cuidándonos de no ser soberbios, arrogantes o altivos en nuestras actitudes diarias.  Aborrecer la boca perversa es cuidar lo que hablamos; es dejar de hablar negativamente de las cosas y situaciones que nos acontecen.  Es dejar de expresarnos mal de otras personas.  Es desechar la mentira y hablar verdad cada uno con su prójimo (Efesios 4:25).   Es tener control de nuestra lengua para que ninguna palabra corrompida salga de nuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes (Efesios 4:29).   El apóstol Santiago compara la lengua con un fuego y un mundo de maldad, ya que con ella bendecimos a Dios, y con ella maldecimos a los hombres que están hechos a la semejanza de Dios (Santiago 3:6-9).  Aborrecer la boca perversa es cuidar nuestra lengua, porque dice la Palabra que «la muerte y la vida están en poder de la lengua» (Proverbios 18:21).  Pidamos a Dios que tome control de ella y que nos ayude a sujetarla con su Espíritu Santo, para que todos los dichos de nuestra boca sean agradables delante de Él (Salmo 19:14). 

Andar en todos sus caminos.   

Dios nos pide que andemos en sus caminos y no en los nuestros.  Lo más maravilloso es que, Él mismo prometió enseñarnos el camino por donde debemos andar (Salmo 32:8).  El salmista dijo:  «Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino» (Sal. 119: 105).  La Palabra de Dios es la guía que Dios nos dejó, con todas sus instrucciones y promesas para vivir de acuerdo a su voluntad, para tener una vida de victoria y no caer en caminos de mentiras o error.  A veces pensamos que estamos en lo correcto, pero Proverbios 4:12 dice que «hay camino que al hombre le parece derecho, pero su fin es camino de muerte.»   La única manera de no desviarnos de los caminos de Dios, es caminar a la luz de su Palabra y tomados de la mano de Jesús.  Él dijo: «yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre si no por mi» (Juan 14:6).

Amar y servir a Dios con todo nuestro ser.    

El primer y gran mandamiento que Dios encomendó a su pueblo es:  «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente (Dt. 6:5).   Jesús lo reafirmó y lo reiteró delante de los fariseos, cuando, para tentarle, le preguntaron ¿cuál es el primer mandamiento de todos? El respondió:  «El primer mandamiento de todos es:  Oye, Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.  Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas.  Este es el principal mandamiento, dijo (Mr. 12:29-30, Mt. 22:37, Lc. 10:27).  Cuando amamos a una persona se lo demostramos, no sólo con palabras, sino con hechos.   Deseamos el bienestar de esa persona; que se sienta a gusto y complacida por lo que hacemos.  Nos comunicamos con ella siempre.  Para su cumpleaños, procuramos obsequiarle lo que le gusta, porque deseamos verla feliz.    De la misma manera, si amamos a Dios, vamos a agradarle y a obedecerle en todo.   Pasaremos tiempo en comunión íntima con Él, orando, alabando y glorificando su nombre.    Amar a Dios con todo nuestro corazón, es entregarle todos nuestros sentimientos y permitir que Él sea el centro de nuestra vida.   Como dijo el salmista El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón (Salmo 40:8).

Guardar sus mandamientos.   

 Guardar los mandamientos de Dios es obedecer su Palabra.  Jesús dijo:  El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará.  (Juan 14:23).   Dios es fiel con todos los que le aman y guardan sus mandamientos; Él les promete guardar el pacto y la misericordia hasta mil generaciones (Dt. 7:9); fortalecerá sus vidas para alcanzar las promesas de Dios (Dt. 11:8); prosperará todo lo que hagan y todo lo que emprendan (1 R. 2:3); les dará buen entendimiento para todas las cosas (Sal. 111:10).    El norte de nuestra vida debe ser lo que el Rey Salomón escribió al concluir el libro de Eclesiastés: «… Teme a Dios y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre» (Eclesiastés 12:13).  Que nuestra oración diaria sea:  Señor, ayúdame a ser hacedor de tu palabra y a enfocarme más en lo que tu me pides y menos en lo que yo necesito.

¡Recuerda hacer lo que Dios te pide, Ánimos!